El domingo 15 de marzo fuimos a servirnos un cevichito al amado Brisas del Mar, sin embargo, nunca imaginamos que esa iba a ser nuestra última comida afuera. Al otro día se estipuló que, dado el avance del coronavirus, muchos deberíamos comenzar con teletrabajo, como fue nuestro caso, y por ello, enclaustrarnos en nuestros hogares. Desde entonces, no hemos vuelto a pisar los salones que nos recibían para alimentarnos los fines de semana, para darle cierre a las noches de carrete, o para celebrar las penas y glorias, es decir, nuestros favoritos e imperdibles.
La nostalgia bolichera que nos invade, nos hizo pensar en cuáles hubiesen sido los lugares a los que habríamos ido para despedirnos del jolgorio y la poca vergüenza, antes de comenzar la cuarentena.
A pocos pasos de Avenida Matta, el JuanBra (como le decimos los amigos), transmite todos los partidos de fútbol de las grandes ligas nacionales e internacionales, así que cuando cruzas el umbral entre la calle y el interior, ves a todos los tíos sentaditos en la misma dirección, mirando el partido y atendiéndose con una cerveza. La carta es extensa y su nicho principal es la comida de mamá, así que nosotros vamos harto a buscar ese calor de mesa dominguera, donde cada plato lleva amor y sabor, además de lo económico que son.
Si de comer mariscos se tratan las despedidas, la Caleta 94 es el lugar para ello. Su espacio pequeñito, acogedor y pintoresco, nos ha recibido con platos deslumbrantemente buenos, de esos que te hacen vigilar que tu acompañante no esté comiendo más que tú, porque de hacerlo, te quitaría un pedacito de cielo. Almejas al pilpil, ostras, erizos al matico, choritos al vapor… no podemos seguir escribiendo sin que se nos haga agua la boca. Los más frescos mariscos que hemos probado a 100 kms del mar.
Otro clásico de los partidos de fútbol, pero amigos, créannos, no somos ni tan buenos para el deporte de masas, somos buenos para la chela de litro y fieles seguidores de las fuentes de soda. El Regen es una de las pocas que se pueden encontrar en Ñuñoa y es por eso que solemos reunirnos ahí. La calidez de las garzonas, la autenticidad de los churrascos y la piscola siempre generosa, convierte al Regen en un lugar obligatorio de visitar antes del encierro.
Casa de Cena es un lugar para despedirse en todas las versiones de despedidas, desde funerales a fiestas de solteros. Por eso, no podía faltar en nuestro ranking. Fuimos a despedir miles de noche de carrete con un plato final que nos mandaba a la cama pochitos, para dormir plácidamente. Casa de Cena, no alcanzamos a despedirnos de ti, pero nuestra amistad es para siempre. Ya volveremos a encontrarnos.
Aunque La Terraza se despidió de nosotros antes de que pudiésemos vislumbrarlo, es un lugar al que íbamos a todas horas. Desayunos, almuerzos, cenas, previas, afters, solitos, en grupo, romanticones, en la barra, al fondo, en la terraza misma… era el boliche que frecuentábamos porque tenía todo lo que necesitamos y que más amamos, básicamente, completos, sanguchitos, piscola, chela y platos chilenos. De haber sabido que se venía una pandemia, habríamos convertido a La Terraza en el bunker oficial.
Los milicos en vez de pedir salvoconducto, deberían exigir haber pasado por Las Lanzas antes de haber empezado la cuarentena.
Si nos ponemos estrictos, nadie debería haberse encuarentenado sin antes haber comido una plateada con tallarines con salsa de este clásico de la Plaza Ñuñoa. La única manera de lidiar con el encierro, es tener en el paladar la memoria de un platito de Las Lanzas.
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